El Templo de la Tercera Orden llama la atención por propia cuenta, su estructura, su decorado y sobre todo la fe que la gente tiene en una de sus imágenes principales, los pone en igualdad de condiciones con respecto a los demás edificios.
Es considerada como capilla y complemento del conjunto arquitectónico que forman san Francisco y el Convento, data del siglo XVIII lo cual la obliga a cumplir con una serie de exigencias que la época exigía.
Lo más sobresaliente es su portada estilo Renacentista con labrado de cantera y clave de unión que tiene la rodela que tiene la Sagrada Orden de San Francisco.
Su planta es elíptica con una bóveda que es sostenida solo por dos arcos y construida con grava porosa de poco peso originada de los rehuidos metálicos por coloración. Dicha piedra amalgamada se encontraba en la hacienda de beneficio llamados también hornos de fusión (la bóveda se considera como única en el mundo).
Para resaltar al belleza arquitectónica del Templo de la Tercera Orden de San Francisco y el Monasterio se eliminó el mercado denominado sótelo que estaba edificado con una estructura metálica, techo de lámina y estanquillos laterales que no eran dignos para el servicio y señorío de la ciudad independientemente de lo insalubre.
Desde la Plaza de San Francisco parecería que el Templo es una extensión del Templo de San Francisco, sin embargo una vez que se llega al interior es claro que cuenta con su propia majestuosidad.
El interior, muy acorde al espíritu franciscano, no ostenta mayor decoración, sin embargo, los detalles, las imágenes, los cristos que parecen tener vida, llenan de esplendor el Templo de la Tercera Orden.