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A una altura de 2,200 m. sobre el nivel del mar, en un valle ancho y con pendientes suaves y a 15 kilómetros al norte de la ciudad de Pinos, pero separada de ella por una serranía alta, se localiza el casco de la Hacienda La Pendencia.
La comunidad alberga una de las mezcaleras más importantes del estado, aunado a esto podemos encontrar la casa grande, ahora remodelada y el templo que son parte fundamental de la construcción del lugar.
Probablemente fue fundada como hacienda de beneficio de azogue, para trabajar con metales del Peñol Blanco y de San Matías de la Sierra de Pinos.
Durante el siglo XVII, a esta actividad se añadieron tres fábricas de mezcal, Villaseca, La Pila y El Chorrito.
Además, había terrenos de agostadero para ganado mayor, menor y caballar.
Sus dueños conocidos fueron Don Domingo Díaz de Arendogoña en 1621, y más adelante, pero en el mismo siglo XVII aún, Don Francisco Xavier Álvarez.
A su muerte, hacia la mitad del siglo XVIII, sus acreedores dejaron embargar la propiedad, y en 1758, cuando fue rematada en almoneda pública, pasó a manos del conde de Medina y Torres.
La casa de morada estaba separada de la plaza del casco por los grandes y altos almacenes de vino de mezcal; todo es acabado en piedra incluidas las bóvedas de cañón corrido de las cubiertas.
Al lado noroeste de la plaza se ubica en la actualidad la fábrica de mezcal, en la parte trasera de la fábrica se encuentra el patio de molienda reconstruido al igual que los ochos hornos, lo que indica el uso antiguo de todo este espacio durante los siglos XVII y XVIII.
La Pendencia se presenta como uno de los pilares de la zona mezcalera sureste del Estado, no sólo por la comercialización, sino por el tamaño de la fábrica.
La tradición del Mezcal en el estado se entiende desde dos frentes, el sureste (junto a San Luis Potosí) y el otro extremo sur (junto a Tequila) en la frontera con Jalisco. Pinos es fundamental en esa tradición.
Uno de los atractivos principales es visitar la fábrica y entender el proceso que lleva la producción de mezcal no sólo para degustarlo si no para apreciar y reconstruir los siglos de trabajo y tradición.